martes, 23 de septiembre de 2014

Infiernos Voluntarios


¡Estás vieja!, ¡Eres gorda!, ¡¿Quién te aguanta sino yo?!, ¡Tu vida es conmigo!, ¿Quién te aceptará con dos hijos?, Yo he cambiado tu vida, mi amor.

 Y sí. Nadie podría quererte fea, tonta, sumisa, mojigata, puta, fría, seca; nadie podría quererte agredida, nadie podría quererte condenada. Este amor es tuyo porque crees merecerlo pero, ¿En serio es amor?

No hay batalla que no se pierda con evasivas cuando careces de amor propio; piensas que al minimizar tus sentidos también destruirás tu realidad, mas no es así, volviéndote ciega, tapando tus oídos con palabras sucias, llenando tus palabras de falta de tacto, volviéndote fría a la realidad y creyendo todo este cuadro agresivo como tu merecida condena no demuestras más que la falta de un sentido: EL SENTIDO COMÚN.

¿Qué esperas, mujer? ¿Que esa persona que años atrás ha tratado incansablemente matarte a ti y a tus hijos vuelva al otro día con flores y palabras dulces?, ¿Que esa persona con quien te casaste te ame más que a la otra sólo porque le regalaste otro hijo? ¿Que quien reniega de tu pasado y te lo echa en cara te dispare con amor al pecho? ¿Que si de jóvenes te pidió perdón por tantas humillaciones y besos ajenos hoy lo recompense con amor eterno?

 Si bien hay algo que he aprendido de esta experiencia es que no hay peor ayuda que la que se brinda a quien no quiere ser salvado, que hay respuestas que acaban con toda expectativa al decir que este martirio es vivido como “consecuencia de tus actos”, pensando que tu condena valdrá cien años de perdón divino y que si eres humillada una y mil veces es porque mereces serlo mil veces más. 

Entiende una cosa, mujer, cuando un pasado es perdonado no necesita condena y si alguien te hace cumplir una es mejor dejarlo atrás.

Hemos  vivido atadas al sufrimiento femenino, donde nadie habla más de violencia en tu infancia que el tema de Ética y Valores en quinto grado de Primaria. Entiendo,  no es tu culpa mujer, que tú has sido educada para obedecer y callar, para cargar cruces ajenas y condenarte a vidas sobajadas, entiendo que no es tu culpa cuando no se hace más que educarte para alabar a tu pareja y olvidarte del amor propio, cuando en casa tus padres dicen “Lo que se vive en familia se queda en familia” y tú estúpidamente crees ese precepto como lema hogareño y te inventas nuevos pecados como el rezar tres padres nuestros por andar de contestona y de la penitencia física ni hablamos.

 ¿Acaso no ha sido así tu vida? ¿Cuántas veces te viste en un espejo después de ser golpeada? Si después de hacerlo permitiste otro golpe tu espejo también llora.

¿Cuántas veces pediste a Dios parar con esta condena? Si han sido menos que las veces que te has creído merecerla, llamaste al cielo equivocado.

¿Cuántas veces cerraste los ojos después de saberle con otra? Si al abrir los ojos no hiciste nada, prepárate para otra bofetada.

¿Cuántas veces has elogiado sus virtudes pretendiendo ser inmensamente feliz para evitar los enjuiciamientos sociales? Si lo haces frecuentemente lamento decirte que la sociedad ya sabe lo infeliz que eres a su lado.

¿Cuántas veces has culpado a alguien más de las agresiones que sufres? Si vives pensando que todos merecemos pagar de la misma forma que tú por nuestros errores, no cabe duda que el único  que ha sido mutilado es tu cuerpo.

Si vives día a día colgándole más penas al alma no dudes que en una herida se haya escapado también tu dignidad.

Si excusas tus pesares diciendo que ésta es la vida que tú escogiste sabiendo sus consecuencias puedes regresar a la mierda que la felicidad no será para ti ni puesta en tus manos.

Si alguien ofreció abrir la jaula y tú preferiste ponerle otro candado no cabe duda que eres ave en cautiverio.

Si después que tu agresor te pide perdón le contestas con una sonrisa, ¡Felicidades! Te tiene bien educada. Educada para ser humillada, para jugar con tu autoestima, para burlarse en tu cara, para sufrir torturas, humillaciones, golpes, gritos, para ser merecedora de un amor como el que te ofrecen.

¿Qué te falta, mujer, para dejar esta vida? No puedo dejar de pensar en las cosas tan maravillosas que pasarían al verte sonreír y no mojando una servilleta con el sudor de tus nervios. No puedo dejar de pensar en cuántos abrazos de alegría recibirías de tus hijos en lugar de verlos escondidos tras la puerta. No puedo imaginar cuánto amor podría suplir la soledad que sientes al estar sin tu condena, cuánta felicidad podrías enseñarle al mundo en lugar de esa cara de temor y rabia, cuántos bienes podrías remediar contando la manera en que superaste tus males. ¿Qué esperas mujer, qué esperas para encontrar la felicidad antes que acabe con tu vida?

Este es un llamado para María, Rosy, Laura, Aurora, Lidia, Carmen, Lupita, Mariana, Claudia, Milagros, Violeta, Ana, Silvia, Brenda, Casandra, Olivia… Para todas las agregadas a la lista que, siendo anónimas, han llorado con cada golpe y cada palabra; también para sus hijos y familiares que han sufrido con el cambio en la vida de cada mujer maltratada;  para aquellos pequeños que, sin tener culpa han sido parte de la violencia y para los que aun siendo adolescentes buscan la manera de salir de este círculo. 

Este texto es para ti, mujer, que aún no te descubres los golpes en un espejo, que aún piensas que serás fuerte a sus palabras y que sus humillaciones no pueden matarte.

Este texto es para ti, que me lees y sabes mi historia, que te condenas a repetirla y que te condenas a vivirla como para enmendar tus errores. ¡Estas palabras son para exigirte a ti, que me estás leyendo, que te armes de valor y salgas adelante! Es para decirte que las batallas pueden ser ganadas y que allá afuera hay realmente muchas maneras de rehacer una vida quebrantada. 

No me basta más experiencia que mi historia de lucha y vida ante una agresión severa para decirte que yo fui presa como tú de ese miedo,  que al igual que muchas fui  golpeada, humillada y pisoteada, que no hubo más remedio para estos males que el amor que me tengo y las ganas de querer  y merecer vivir algo mejor. Que soy fiel sobreviviente de esta guerra ya ganada. 


Si después de saberte infeliz prefieres seguir a su lado repite estas palabras: Las batallas siempre estarán perdidas para quien prefiere vivir en infiernos voluntarios.