Se apagan las luces. Comienza la duda.
Comienzo rompiendo un espacio que no me corresponde; busco entre tantas cosas tus manos y, con las mías, formo un concierto de desconciertos cuya orquesta de realidades, miedos y dudas no la dirige él. Luego, me encuentro contigo y construyo tu nombre, y lo repito, lo canto, lo susurro, lo grito.
Viviana. Vi-via-na. Viviana… ¡VIVIANA!
Viviana, la que cuando vive trama.
Viviana, la que cuando ríe ama.
Viviana, la que con sus viajes daña.
Viviana, la que con sus ojos dice lo que su mente grita, lo que su cuerpo calla.
Viviana, la que prefiere el amor a una guitarra.
Viviana, la que canta y llora como si no sucediera nada más.
Viviana, la que es clave de sol herida.
Viviana, la que a Dios susurra contando un secreto.
Viviana, la que se vuelve misterio.
Viviana, la que entierra promesas.
Viviana, la que prepara embestidas antes de comenzar la batalla.
Viviana, la que hace combustión y se engrandece.
Viviana, la que un día quiso ser escapista y huyó.
Viviana, la que siendo nómada se queda un poco en cada parte.
Viviana, la que prefiere vivir en ningún lugar.
Viviana, la que te viste toda de miradas pero dispararle una mirada en multitud la hace sentirse en soledad.
Viviana, la que acaricia tus manos tratando de memorizarlas.
Viviana, la que dejó de vivir en un solo cuerpo.
Viviana, la que se volvió reflejo en cada cristal.
Viviana, la que te arma un espejo sin antes romperte toda con los pedazos.
Viviana, la que no es nube pero te llena de tormentas.
Viviana, la que es mar áspero y caliente, la que es naufragio y sosiego, la que hace bailar entre su voz y tus letras, la que quema en la mente y desespera, la que baila en mi vientre como si no tuviera un espacio justo y no le fuera suficiente mi cabeza, la que en quietud lee tranquila y ama la soledad, la que en silencios ríe y en sonrisas grita, la que con sus ojos mata, la que amanece entera sin necesidad de café, la que camina sola, la que recorre puertos y montañas, la que viaja en medios inusuales, la que sabe volar.
Viviana, la que siempre saluda con un abrazo.
Viviana, la que a veces es María y siempre se llama Ana, la que viste con raíces puras, la que sufre y goza por asuntos nacionales, la que ama a la gente, la que vive de sueños y sueña en vida, la que de edades presume y se pinta en historias ancestrales, la que está aún tejiendo sus alas. La que nunca está presente pero siempre está.
Viviana la que ama constante y cada día, la mujer que no es siquiera de ella pero pertenece siempre a otra mujer.
Viviana siempre viaja, siempre ríe y vive. Trama.
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