domingo, 11 de septiembre de 2011

El libre andar de la gitana.

Capitán, dígale al pueblo que ella no sobrevivió. Total, personas tan hermosas se pierden entre mis calles todos los días.

   Siendo hija de la brisa y del recuerdo más insensato, ella siempre buscaba mirar en los espacios vacíos, entre los lugares más inexistentes; solía hurgar en el alma de las personas, tratando de encontrar un poco de luz que le ayudara a caminar.

  Habitante de una pequeña ciudad de cielos grises y lluvias escasas, caminaba contra el tiempo, marcando con pasos diminutos y grandes esperanzas las calles de cualquier lugar; dejaba la vida pasar mientras la admiraba entre los ojos de aquellos hombres que visitaban sus labios, y más aún, de cada mujer que la amarraba entre sonrisas. 

  Un día de aquellos con el cielo tan oscuro como un pedazo de grafito, como el espacio entre una espera que está a punto de quebrantarse, la mujer se vio perdida en alguien que sobresalía entre la multitud. Se dibujaba entre el viento como una hermosa gitana de pasos largos y cabellos entrelazados, se presumía entre las calles como la mujer con la mente más grande que la misma belleza que nacía sobre su piel.

  La gitana, admiración de cuanta persona se convertía en presa de su deseo y sueño reprimido de algún amor enclaustrado, no era más que una persona que cargaba nubes llenas de llanto entre sus ojos, que había caminado con los pies descalzos por tantos suelos y tantas ciudades que le dejaban a su paso una grieta en el cuerpo y el vacío de una mujer en el alma.

  Se acercó con el ocaso arrastrando entre sus dedos largas cadenas hechas con notas musicales, presa del sol y virtuosa de tantos mares, la gitana alzó sus alas llenas de recuerdos y, caminando hacia la temerosa chica, la envolvió con sus ojos y sin desviar la mirada le revolcó el alma entera, para después dejarla pasar.


  No bastó la sonrisa de mil mujeres, ni la suma de tantas veces que algún hombre marcó su entrepierna para comparar la manera en que había marcado su historia aquella simple seducción. No le hicieron falta besos, no hicieron falta sus labios, no hizo falta nada más que la presencia de la gitana para dejarla encapsulada entre sus ojos.

  Nunca le había llovido tanto a la ciudad como con la aparición de la gitana, nunca le había confundido tanto la esperanza como con la espera de la mirada de aquella mujer que le había secuestrado el alma. 




Capitán, dígale al pueblo que siempre la recuerde como la mujer que encapsuló al amor entre los ojos de aquella gitana. Total, pueblerinas así, he enamorado muchas.


2 comentarios:

  1. Es de esa clase de relatos en los que el escritor te lleva de la mano, de principio a fin me sentí acompañada por ti. Me gustan las nubes de ese cielo, y me gustan los ojos inundados.

    Escribes con el corazón y la piel, y me gusta leerte.

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  2. Al fin puedo comentar jeje... Es incríble como escribís... Te sale del alma las palabras y con mucho sentimiento. Demostrás que sos una persona sencilla y con un hermoso espiritú. Cada vez aprendo a conocerte un poquito más y espero poder tener una charla con vos, y que me cuentes relatos de este tipo. Seguramente me hipnotizarían tus palabras. ¡Un beso gigante hermosa, nunca dejes de escribir así de bello como lo hacés!)
    Sofi.

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